Varias ciudades de China decidieron flexibilizar las medidas anticovid este viernes tras las manifestaciones históricas de estos últimos días para protestar contra las restricciones y en reclamo de más libertades.
La indignación y la frustración de la población ante la política de «Covid cero» impuesta por las autoridades para luchar contra la pandemia generó el fin de semana pasado protestas de una magnitud inédita desde hacía décadas.
Después de estas manifestaciones, varias ciudades empezaron a suavizar las restricciones sanitarias, como por ejemplo dejar de hacer test diarios multitudinarios, consignó la agencia de noticias AFP.
A partir de este viernes, la ciudad de Chengdu (suroeste) dejará de exigir un resultado de test negativo reciente para entrar en los lugares públicos o tomar el subte. Sólo será necesario un pase sanitario en verde, que confirma que no se atravesó ninguna zona «de alto riesgo».
En la capital, Beijing, las autoridades sanitarias pidieron a los hospitales que dejen de rechazar a pacientes que no tengan un test PCR negativo de menos de 48 horas.
En China se han producido varios decesos por los retrasos en los tratamientos médicos causados por las medidas anticovid.
Fue el caso de un bebé de cuatro meses que falleció recientemente por tener que estar en cuarentena con su padre.
En enero, en la ciudad de Xi’an, una mujer embarazada perdió a su bebé en las puertas de un hospital que no le dejaba entrar por no tener un test.
En las manifestaciones de este fin de semana, estas muertes volvieron a cobrar actualidad, y en las redes sociales se hizo viral un mensaje con todos los nombres de las personas fallecidas por negligencias debidas a las restricciones sanitarias.
Varias ciudades
Muchas otras ciudades, afectadas por nuevos brotes de coronavirus, comenzaron a autorizar la reapertura de restaurantes, centros comerciales y escuelas, dejando de lado las estrictas medidas que regían hasta ahora.
En la ciudad de Urumqi, capital de la región de Xinjiang (noroeste), donde se produjo un incendio mortal que desató las primeras manifestaciones, las autoridades anunciaron este viernes que supermercados, hoteles, restaurantes y estaciones de esquí volverán a abrir en forma progresiva.
Esta ciudad, de más de cuatro millones de habitantes, tuvo uno de los confinamientos más largos de China. Algunos de sus barrios permanecieron cerrados desde agosto.
El 26 de noviembre, un incendio en un edificio de viviendas causó diez muertos, y muchos ciudadanos dijeron que la labor de los bomberos se vio entorpecida por la normativa sanitaria.
En un análisis publicado este viernes en el Diario del Pueblo, órgano del Partido Comunista en el poder, varios expertos en salud apoyaron las medidas tomadas por algunas autoridades locales para permitir que los casos positivos efectúen la cuarentena en casa.
Es un cambio radical respecto a las normas que prevalecen en gran parte del país, que exigen que las personas contagiadas sean confinadas en instalaciones gubernamentales.
La ciudad industrial de Dongguan (sur) anunció el jueves último que las personas con «condiciones específicas» que no fueron detalladas deben ser autorizadas a quedarse en su domicilio durante el aislamiento.
La megalópolis tecnológica de Shenzhen, también en el sur, empezó a aplicar una política parecida el miércoles.
Y a nivel nacional, responsables del gobierno también apuntaron que podría plantearse ablandar las restricciones.
La viceprimera ministra Sun Chunlan reconoció el miércoles ante la comisión nacional de salud que la variante Ómicron del coronavirus era menos peligrosa y afirmó que la tasa de vacunación había mejorado, según la agencia oficial de noticias Xinhua.
La forma de China de encarar el virus se encuentra «ante nuevas circunstancias», declaró.
Figura central de la estrategia china ante la pandemia, Sun no hizo ninguna mención a la política de «Covid cero», dando a entender que quizás esta estrategia, que desde hace tres años impacta la vida de la población china y su economía, podría suavizarse próximamente.